jueves, 27 de mayo de 2010

A la manera de Magritte: yo no lo escribí fue mi otro yo

La recreación del hormiguero


Existen en nuestra cultura contemporánea actividades que se asemejan a la artesanía, ya que su proceso es analógicamente asimilable a la recreación de un molde original que se ha ido deformando en rasgos, ideas, costumbres, tradiciones e influencias de diversas épocas, e incluso de otros países por los cuales fuimos colonizados.
Algunos especialistas e investigadores como antropólogos, historiadores, cronistas, sociólogos, etnólogos, e incluso pensadores e intelectuales de México como Enrique Florescano, Miguel León Portilla, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Carlos Fuentes, entre otros, han tratado de adjetivizar de diversas maneras este proceso (que evito llamarle evolución) en sus libros y textos, como La región más transparente, Terra Nostra, y el Laberinto de la soledad, en palabras y conceptos como: la hibridación, el sincretismo, lo kitsch, el surrealismo, y el realismo mágico, etc. Como parte del comportamiento del mexicano, su estilo, sus gustos y su forma de vivir y convivir con su semejante e incluso su sumisa postura ancestral y prehispánica ante el extranjero.

Lo anterior lo comento porque creo que es desde el origen y la raíz de la creación de nuestra cultura, donde debemos de partir para poder asimilar y entender más profundamente el génesis de nuestros gustos como personas dentro de una sociedad con pluralidad, y variada en costumbres, y gustos distribuidos por regiones.
La primera pregunta que nos hacemos es, ¿qué mezcla puede resultar de un país en cuyo centro y sur geográfico específicamente en las costas del Golfo de México por el puerto del Estado de Veracruz, y en el centro por el Océano Pacífico específicamente por las costas y las playas de Acapulco, Guerrero, tuvo una afluencia de emigrantes africanos, que trajeron e importaron con ellos ciertas costumbres, gustos y cultura a estas tierras? Y es precisamente dentro de esos gustos culturales, artísticos, e incluso gastronómicos, donde permea una influencia de los tópicos africanos en nuestro país, y un ejemplo de ello son las ceremonias y ritos paganos que se llevan a cabo en celebraciones y fiestas patronales religiosas del sur y suroeste de México, en lugares como Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Veracruz, y más al centro en Guerrero, donde se conjugan los dioses y los santos en las prácticas religiosas vudú en conjunto con las católicas, y donde la danza prehispánica contiene elementos contemporáneos con elementos no tan fieles a la época precolombina, e incluso con tendencias características de los bailes y las danzas africanas de Mozambique, Zimbawe y Etiopía. Sólo basta recordar que una de las principales teorías es la que cuenta que los primeros en pisar estás tierras americanas eran provenientes del continente asiático.

Pero, por otro lado tenemos al México precolombino, el México conceptualizado como Indio, (por error de los conquistadores), el México que no era México y que se le instituyo ese nombre como otro símbolo más como parte de la afirmación de nuestra identidad, al igual que el himno, el lábaro patrio, la virgen de Guadalupe o la Tonantzin, que el clero de la época, dijera que fue encontrada por un indígena para su mejor recepción entre la población y que ocupara el lugar de la deidad Coatlicue, que fuera encontrada en el subsuelo del centro de la ciudad de México, que después de ser rescatada se tuvo que volver a enterrar, ya que sus rasgos fisionómicos y estéticos no estaban a la altura de una diosa o una reina, como comenta el cronista e historiador Miguel León Portilla y Enrique Flores Cano.

Es quizás en ese momento a la llegada de los primeros dioses y santos ibéricos de piel blanca que suplantaron a las deidades de arcilla y terracota, donde pudo darse una discrepancia en la adquisición de nuevos gustos, ya que los segundos de alguna forma fueron impuestos, siendo totalmente ajenos a los nuestros, a nuestras costumbres y cultura. Pero que al final de cuentas tuvieron una muy aceptable recepción de parte de los nativos indígenas al adoptar dichas imágenes de una manera adoratoria e idólatra entre los feligreses, que aún siglos después se utilizaría como estandarte de miles de mexicanos en la Revolución Mexicana y en las Revueltas Cristeras del siglo XIX, donde aún permeaba un pensamiento dividido entre el colonialismo, el indigenismo y el criollo.

Lo que nos da como resultado la populización, divulgación y difusión de ciertas imágenes gráficas, símbolos lingüísticos, y conceptos que se adoptan para llenar el vacío y suturar esa falta de identidad, como lo fue el caso del concepto “Nacionalista” que emplearon e hicieron tan famoso algunos de los artistas más representativos del movimiento pictórico denominado como el Muralismo Mexicano a mediados del siglo XX, y que tuviera entre sus representantes a personajes como: José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, y Jorge González Camarena, entre otros.

Hasta aquí hemos puesto sobre la mesa algunos factores que consciente o inconscientemente pudieron haber aportado en algo a la construcción de la concepción, el gusto, el criterio y el carácter del mexicano.
La segunda pregunta de nuestro ensayo es ¿qué tanto puede influir el gobierno, la economía, la filosofía, la burguesía, el clero, y los medios de comunicación emitidos por unos cuantos, en la conformación de los gustos y discrepancias sociales de las que habla el filosofo y pensador español José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas?

Para ello, primero tenemos que partir de un punto geográfico y concepto clave como lo es el “Centralismo”, sólo basta recordar que desde la época precolombina, dos fueron los grupos o “imperios” principales y más representativos y distintivos de las comunidades indígenas en ese momento existentes, en lo que ahora es nuestro territorio, uno como ya se sabe fueron los Mayas, y el otro conformado por los Aztecas, los primeros ubicados al sureste del país, y los segundos al centro del mismo. Pero aún es eminente la influencia popular que tres siglos después tienen los aztecas, cuando incluso hoy en día se utiliza su nombre como un legado mitológico que representa de manera genérica al país en certámenes deportivos ante el extranjero, un país que se encuentra dividido en cuanto a costumbres, e historia, antropológicamente hablando.

Desde mediados del siglo XX, con la radio, la televisión, y el cine o los mas media, o medios de comunicación masiva llegan nuevos instrumentos de información, y comunicación, pero también hacen su introducción los estándares de la moda debido a los mecanismos de propagación, promoción, influencia e impacto que tienen estos instrumentos en el consumidor o espectador. Los medios se dan cuenta del poder y poco a poco van ganando un auditorio fiel, hasta llegar a crear un cultura de la imagen en todo el planeta, siendo nuestro país uno de los países que por individuo pasa más tiempo en el lapso de su vida frente al televisor.

La tercera pregunta sería: ¿qué tanta preparación, educación, madurez y criterio tiene el mexicano promedio para poder cuestionarse y criticar dichos mecanismos televisivos, ante la nulidad evidente de la falta de calidad en la programación de los contenidos televisivos?

Ante lo anterior podemos señalar e intentar llegar a una especie de semiconclusión, que determina la constante, la cual data en que perpetuamente nuestra sociedad va recreando su identidad y por lo tanto su cultura, como un modo de regeneración, de un individuo que no desea sus rasgos y su color de piel característico de nuestros antepasados indígenas, de un individuo que no quiere ni se siente parte del legado sanguíneo español, y de un individuo que tuvo que crearse su propia identidad, (desde no hace mucho tiempo) con marcadas influencias que aspiran en sus gustos al estilo de vida capitalista, neoliberal, en su alimentación, en sus autos, en su forma de vestir, en sus deudas, en su sistema de vida, en los moles, como arquetípicos ejemplos al más puro estilo de vida norteamericano, yanqui o gringo (sin sonar despectivo), y donde la cultura o el arte sólo es para algunos o en su defecto ha pasado a un segundo término como adorno, bisutería o simple obra de mampostería.

Creo que a estas alturas del partido, es imposible, y no puede existir un producto que cubra la oferta de todas las demandas en su generalidad. Por qué en un país de millones de personas, tienen que existir millones de ofertas que cubran esas millones de demandas. El gran problema central es que hoy en día el arte y la cultura no es una opción mayoritaria para la gente en nuestro país.

Sólo nos basta recordar la utópica idea del artista que puede ser el portavoz, vocero y representante de su sociedad, el reflejo de su tribu y sus acontecimientos, en la realidad y el medio en el cual le tocó vivir.
Y sólo esperemos que como el poeta, no termine hablando prácticamente para sí mismo.

Hugo Plascencia

miércoles, 19 de mayo de 2010

INTERVENCIÓN: "VERSOS DEL ILUSIONISTA"


Feria Municipal del Libro y la Cultura de Guadalajara

CLOWN VS CLOWN


En Carapan, uno de los tantos pueblitos de Michoacán que recorrimos Caro, yo y mi otro yo.