domingo, 18 de noviembre de 2007

Un domingo de café y cigarros con una buena charla

A petición de los amigos, por fín!!! les dejo una excelente canción junto con unas letras que forman parte de mi más reciente librito:



Crónica sobre la felicidad


A Leticia Cortés

El barniz del aire es laca y velo
de nuestros rostros sin sombra
réquiem por los más vivos
por los que deambulan de cara al sol de madrugada.

La consigna es vivir siempre por un instante
y morir para toda la vida.

Caminamos destruyendo viejos amores a puntapiés
sobre las flores bellamente marchitas construimos
ilusiones en sus cimientos de otoño
Ah, ese campo semántico de las ilusiones y sus variantes de nada
es inútil, la cuenta va en retroceso,
éramos más poetas siendo niños
tendidos como un verso desnudo
en el poema del césped,
en el patio de la abuela que jamás conocimos
donde nuestros ancestros plantaron árboles
que nosotros bautizamos como escaleras
para el llamado de la sangre,
sumergidos en la alquimia del vuelo de colibrí
donde cada silencio conlleva su eco
en el acto de cortejar a la flor,
intuíamos telepáticamente
cuando a alguno de los dos tenía comezón,
hasta que la lucidez del frío besó nuestra estructura ósea.

Entre lo dicho y el mutismo abrimos una herida
como zanja en el caparazón del cielo,
inventamos un manual de instrucciones
para mirar un re
lám
pa
go
que nuestra felicidad nunca nos dejó ver.

Con el tiempo seguimos sudando frío
y no culpamos a las secreciones del amor.

Como extras de un film de Greta Garbo
ascendimos al páramo de las alucinaciones ficticias,
adictos a una reina desahuciada
que nos amaba con la rabia de su último día,
que nos amaba por default.
Y la noche predadora
cohabitó con el sonido de un caracol marino
en pleno oído de la calle.
Jugamos a que las aristas de tu ombligo
eran el centro de mi ciudad,
tus pezones erectos delataban la muerte,
tu vientre de pergamino mitológico
el mapamundi en el cual gustoso me extraviaba,
inmortalizamos los repliegues de un árbol
con nuestros nombres similar a un fetiche,
y ya fatigados le dimos nombre
a nuestras diferencias.

Hasta que la amnesia se expandió
como una grieta
y fue preciso hablar con otra mirada
que perdimos al ver,
nuestros labios de hueso tiritaron
hablaban con el frío en plena primavera,
y asumimos el riesgo
pero al revés,
en ese momento supimos
que el mar sólo le pertenece al tiempo sin tiempo,
al amante intemporal.
Y desde ese instante cada ola fue una mueca insalubre
en cuyas comisuras escurría nuestra historia de espuma,
espuma de perros que transitan por la madrugada sin sombra
entre los más vivos de cara al sol,
inventando canciones con un manual de silbidos
en el intento por engañar su soledad.

Hugo Plascencia

Go Go Dolls iris

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